Amargura y Esperanza
del altar de los hombres,
los libros del verbo
donde el poeta escribió sus quimeras.
Como una casa vacía
quedó el alma,
polvorienta, oscura,
a la espera de una candela.
Sicarios surgieron
de las sombras traidoras,
cuchillos en mano,
saqueadores de ideas,
a cercenar alegrías,
de quien poco tuvo,
nada le dejaron,
ni sangre en las venas.
Un niño llora
junto a la madre muerta.
Un caballo relincha
al olor de las hienas.
Cuanta esperanza robada
por quien cortejó
a hombres y mujeres
con falsas ofrendas.
Dioses, reyes y tribunos,
cómplices de la pena,
falsos ídolos de barro,
a los pies de los caballos sean.
Volverá a reír el niño en la casa iluminada,
alertando con su risa al poeta,
que renace feliz la morada.
Poeta que tornará a escribir sus palabras
más hermosas,
más hermosas,
en el viento libre de la mañana.
Ignacio Achútegui Conde
Hospital San Pedro
Hospital San Pedro
Logroño, a 4 de diciembre de 2013
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