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Mostrando entradas de 2016

Tumala y el conde pescador

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© Texto: Ignacio Achútegui Conde (Nacho) Portada: dibujo bajado de internet  Titular de los derechos:  a Susana, mi pintora favorita Tumala fue por sus pinturas, pero estas habían desaparecido. ¿Cómo podía haber sucedido si siempre ponía extremo cuidado en guardarlas? Perpleja, buscó por entre todos los cajones y lugares donde por descuido pudiese haberlas colocado. ¡Nada, que no aparecían! Tumala quedó compungida, ya no podría pintar sus sueños en las paredes de su ciudad. Y sin poder compartir sus sueños… ¿cómo iba a ser feliz la gente? La luz y el color paulatinamente fueron desapareciendo de aquellos parajes. El asunto, realmente grave, le preocupó tanto que cayó enferma de melancolía. No os he contado quien era Tumala, así que... ¡prestad atención!: Había un país donde la gente no era feliz. El país estaba situado más a oriente que todos los demás países. Tan a oriente que en realidad estaba a occidente de todos ellos. Esto era una compleja

Desandar pasos perdidos

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© Texto: Ignacio Achútegui Conde (Nacho) Portada: dibujo bajado de internet  Titular de los derechos: el autor Basado en la canción Pasos perdidos de mi amigo Floren Romero Díaz. Lento caminar que no sé bien a dónde me conduce. La hojarasca que el otoño ha puesto a mis pies me impide hacerlo con la soltura de antaño. Viví, y ¡bien que viví!, con el vértigo alegre de quien se supo segura de si misma; sin embargo, el tiempo ha hecho mella en los sentimientos… ¿No decían que cura cicatrices? Camino taciturna por vacías calles llenas de gente que se agolpa, mira, ríe, critica y pasa de largo. Gente que se aparta a mi paso invitándome a recorrer el breve espacio entre  Melancolía y Calvario . El frío y húmedo invierno azota, implacable, mi rostro. ¡Qué lejos quedaron aquellos eternos veranos a tu lado cuando nos prometimos el amor que se prometen los enamorados! No estás ya a mi lado: Al fin, sufrimos todo aquello que juramos no sufrir. Llueve con fuerz

Un día de lluvia... Versión microrrelato

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© Texto: Ignacio Achútegui Conde (Nacho) Portada: fotografía bajada de internet  y cuadro de Luis Burgos Titular de los derechos: el autor Cuando colgué el teléfono tuve la certeza de que jamás volvería a saber nada de ella.  Se había casado y ya tenía un hijo. Había transcurrido un tiempo desde que un espléndido sol alumbrara su sentimiento de culpa. En su presurosa huida abandonó una fragante estela sobre mi cama; ronroneos y melosos gemidos embriagaban mi mente sumida en el sueño más placentero y relajante. Sus manos firmes habían apretado mi cuerpo contra las curvas de sus caderas, cobijo de su esencia femenina, y labrado surcos de placer en mi espalda. Habíamos recorrido viejas y solitarias callejuelas, entre luces y sombras, en una divertida carrera bajo la lluvia. Me había aceptado un café bien caliente: apenas un alivio para aquella carita pálida enmarcada por dorados rizos que, embebidos de toda el agua del cielo, pesaban

Un día de lluvia... Versión extendida

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© Texto: Ignacio Achútegui Conde (Nacho) Portada: fotografía bajada de internet  y cuadro de Luis Burgos Titular de los derechos: el autor Cuando colgué el teléfono tuve la certeza de que, en otra ciudad, jamás volvería a saber nada de ella. ¡Uf!,  se había casado y ya tenía un niño  al que oí llorar de fondo. Había transcurrido un tiempo desde que un espléndido sol alumbrara su sentimiento de culpa. En su presurosa huida abandonó una fragante estela sobre mi cama; ronroneos y melosos gemidos embriagaban mi mente, sumida en el sueño más placentero y relajante. ¡Imposible, hubiera sido contenernos…! Sus manos firmes habían apretado mi cuerpo y labrado surcos de placer en mi espalda. Cerraba los ojos con fuerza, como queriendo impedir el asomo de cierto pudor, al tiempo que la suave cadencia inicial ganaba intensidad tras haber acompasado nuestra respiración. Invitado por su mirada hospitalaria había apoyado mi desnudo pecho s

Febrero

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© Texto: Ignacio Achútegui Conde (Nacho) Portada: fotografía bajada de internet  Titular de los derechos: el autor Febrero, de todos los meses del año, tiene algo que lo convierte en especial. Si bien es cierto que el solsticio de invierno marca la victoria del sol, no es hasta febrero ―tras los cortos y gélidos días de diciembre y enero― cuando se consolida esa victoria; momento en que se descorren las cortinas neblinosas para que el sol, perdida su timidez, penetre con algo de fuerza en nuestras vidas. Febrero es por tanto un mes abierto a la esperanza que renace. Además es corto como si quisiera darle aire al calendario para pronto llegar a la primavera. Febrero tiene una significación personal en el acervo mitológico de las relaciones sentimentales en las que uno se ha visto envuelto. En el primer día de este mes se amparan dos hechos relacionados que resultaron, con doce años de diferencia, antagónicos. Un beso y una maleta evidenciaron sendos actos; una va

Un día de lluvia... Versión original

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© Texto: Ignacio Achútegui Conde (Nacho) Portada: fotografía bajada de internet  y cuadro de Luis Burgos Titular de los derechos: el autor Cuando colgué el teléfono tuve la certeza de que, en otra ciudad y con familia, jamás volvería a saber nada de ella. ¡Uf!, se había casado y ya tenía un niño al que oí llorar de fondo. Había transcurrido un tiempo desde que un espléndido sol alumbrara su sentimiento de culpa. En su presurosa huida abandonó una fragante estela sobre mi cama; ronroneos y melosos gemidos embriagaban mi mente, sumida en el sueño más placentero y relajante. ¡Imposible, hubiera sido contenernos…! Sus manos firmes habían apretado mi cuerpo y labrado surcos de placer en mi espalda. Cerraba los ojos con fuerza, como queriendo impedir el asomo de cierto pudor, al tiempo que la suave cadencia inicial ganaba intensidad tras haber acompasado nuestra respiración. Invitado por su mirada hospitalaria, había apoyado mi desn

Miro las huellas...

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© Texto:Ignacio Achútegui Conde (Nacho) Fotografía: bajada de internet Titular de los derechos: el autor Miro las huellas que borra el viento y pienso… ¿Dónde ha de llevar el camino que otros recorrieron? ¿No he de andar el mío propio? Miro mis pisadas. También las borra el viento y pienso… ¿Cómo volver atrás? Ya no es el mismo lugar del que vengo ¡Ya no existe el camino, ni yo mismo soy aquel que lo emprendió! Ignacio Achútegui Conde. Logroño, a 22 de febrero de 2016