Febrero


© Texto: Ignacio Achútegui Conde (Nacho)
Portada: fotografía bajada de internet 
Titular de los derechos: el autor


Febrero, de todos los meses del año, tiene algo que lo convierte en especial. Si bien es cierto que el solsticio de invierno marca la victoria del sol, no es hasta febrero ―tras los cortos y gélidos días de diciembre y enero― cuando se consolida esa victoria; momento en que se descorren las cortinas neblinosas para que el sol, perdida su timidez, penetre con algo de fuerza en nuestras vidas. Febrero es por tanto un mes abierto a la esperanza que renace. Además es corto como si quisiera darle aire al calendario para pronto llegar a la primavera.

Febrero tiene una significación personal en el acervo mitológico de las relaciones sentimentales en las que uno se ha visto envuelto. En el primer día de este mes se amparan dos hechos relacionados que resultaron, con doce años de diferencia, antagónicos. Un beso y una maleta evidenciaron sendos actos; una valla y una escalera, mudos testigos: la primera como clara metáfora de la prisión que supone el matrimonio; la segunda, vía de escape forzada del mismo.


Ignacio Achútegui Conde
Logroño, 7 de junio de 2016

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