¡Hasta el cielo!
A pesar de que la ansiada independencia de Marruecos se había producido en 1956, mis abuelos paternos permanecieron en aquel país seis años más. Agustín e Isabel se sentían muy a gusto en la ciudad que había sido su hogar desde aquel lejano 1927 en que mi abuelo había embarcado a su recién esposa en la aventura de establecerse en Tetuán. Además, el nuevo estado de Marruecos llegó con la naturalidad con que vienen al mundo los hijos queridos: una justa proporción de incertidumbre, júbilo y consenso, muy al contrario de lo que sucedería con la vecina Argelia. Seguir con su vida en Tetuán fue sin duda una decisión fácil de tomar. Agustín había cumplido para con la patria servicio de armas durante casi tres años en Larache y en las cartas a su prometida le hablaba de la belleza de aquella tierra, la afabilidad de sus gentes y… ¡las montañas…! Ya de regreso a España tras su licencia militar, ...