El entierro de don Ramón
Fotografía bajada de internet
Titular de los derechos: el autor
«R
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equiestcat in pace» sentenció el sacerdote. El responso
había sido breve, aunque bajo la incesante lluvia pareció eterno. Aquel día de
julio, de un verano notablemente seco, el cielo había roto aguas precisamente
cuando don Ramón se dispuso a emprender su último viaje.
D
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on Ramón no era persona que gustase de ritos religiosos, sin
embargo, aquel día no se pudo negar cuando le organizaron el suyo. Don Ramón
era muy querido por las gentes del lugar, un pequeño villorrio norteño dedicado
al cultivo de la huerta y los frutales Don Ramón había conquistado el corazón
de sus vecinos con su amable hacer y esa sonrisa sempiterna. Aquel accidente
automovilístico en la carretera que lleva a la ciudad fue un drama de dimensión
comarcal. Don Ramón falleció a los setenta y dos años dejando viuda y dos hijos,
que en su momento habían desertado de la vida rural.
Cuando a mediados de los años 50 del pasado siglo don Ramón
utilizó los antiguos calados vinícolas para llenarlos de basura y dedicarse a
la cría de un nuevo cultivo proveniente de Francia, no podía imaginar que
estaba reescribiendo la historia de su pueblo y de la región. A pesar de haber
hecho fortuna mantenía su vida de siempre; el mismo bar, los mismos amigos e
incluso la misma esposa. Nunca se le conoció una mancha en su expediente vital.
Seguro que sería bien recibido con unas palmadas en el hombro cuando arribara
la última estación.
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l oficio religioso fue una multitudinaria manifestación de
duelo. En la parroquia de la localidad no cabía un alma, tal vez por ello
muchos esperaban en los bares tomando unas cañas en animada conversación. El
sacerdote habló de la vida y la muerte como si realmente supiese lo que hay al
final del túnel; como si realmente sus palabras consolaran por la pérdida a sus
seres queridos. Pasados los años en que la Iglesia vencía, no creo que aquellas
palabras convencieran. La estampa la completaban numerosos temporeros del campo, que ajenos a la cultura cristiana optaban por acercarse a
esas otras iglesias a tomar té, y alguna que otra cañita.
Finalizado el funeral córpore insepulto, aquel gentío
procesionó lentamente hasta el cementerio bajo una pertinaz lluvia como si el
cielo quisiese competir con sus lloros y letanías. Gentes del lugar y de fuera
que por sincero cariño acudieron a la luctuosa
llamada de las esquelas en las calles del pueblo.
Mientras el sacerdote recitaba su ruego por el alma de don
Ramón, yo no dejaba de mirar a la chica rubia que bajo un gran paraguas —negro, por supuesto—, y abrazada a
una compañera, observaba con unos grandes ojos azules la surrealista escena en
la que el ataúd esperaba ser sumergido en vez de enterrado. A punto estaba de
ser navegable aquel cementerio.
«Requiestcat in pace» sentenció el sacerdote. El cuerpo
sin vida de don Ramón descansaba para siempre.
Entre tanto, yo no podía dejar de mirar los ojazos de
aquella aterida muchacha. Como canto de sirena me atraían en silencio. Aleccionado
por mi querencia a las situaciones extrañas la invité a entrar en calor…
P
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ero eso… ¡es otra historia!
Ignacio Achútegui Conde
Logroño, a 12 de diciembre de 2014
Dedicado a:
A esa rubia de ojos azules. No he vuelto a saber de ti. Comencé a escribir tu historia, pero el inicio me ha dado para un relato independiente.
A esa rubia de ojos azules. No he vuelto a saber de ti. Comencé a escribir tu historia, pero el inicio me ha dado para un relato independiente.
En realidad escribí la continuación, Un día de lluvia, en mayo de 2016. Como me gustó, decidí fusionar las dos historias en una en Un día de lluvia... Versión extendida como los grandes cineastas 😉 y luego la versión micro relato Un día de lluvia... Versión microrrelato
Genial Nacho .como no podía ser de otra forma viniendo de ti .
ResponderEliminarGracias, me alegro de que te haya gustado. Te dejo el enlace de la continuación
Eliminarhttps://nachoachutegui2.blogspot.com.es/2016/07/un-dia-de-lluvia-microrrelato.html?m=0
En realidad hay tres versiones de la continuación. La original (más atrevida) la extendida (que une los dos relatos) y la microrrelato que es más ligera y es la que te he puesto.
Un beso, Ana.
Bien por Lorenzo Caprile se denomina "modista"
ResponderEliminarCreo que este comentario se te ha deslizado por error.
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